Huellas del siglo (A O. Bayer).
La cara del átomo
se hace río
bajo el cielo de tus labios
y los dientes de la penumbra
son rieles, chimeneas humeantes
que pisotean
la espalda de tu sombra.
Nada más ver esos rostros
espejados en el agua
podría ser el niño judío
en algún gueto de Varsovia
o el bullicio de la escaramuza
podría ser el pequeño que naufraga
corriente abajo en una canasta
o las mujeres arrancadas de sus hijos
o los hijos despojados de sus madres.
Nada más ver esos rostros
inmóviles, convertidos en piedra
como las imágenes de los indios mutilados
con miradas que no ven, ojos ya sin alma
podría ser el desnutrido del norte argentino
o en cualquier sitio del planeta
o el mendigo en la ciudad de las diagonales
aquél alienado que camina en largos soliloquios
por las plazas de los pueblos
la gitana que lee tus manos
el señor que ordena el tránsito
la monja que sueña desnuda.
Podría ser el aljibe o pozo contaminado
por los envenenadores del suelo
los terrones de los campos amordazados
las extensas hectáreas arrebatadas al nativo
mientras se forjan otros destinos
podría ser tu fiebre y tu sed
un simple viajero en un sueño
un misionero extendiéndote el brazo
podría ser el cuchillo que sangra de venganza
en aquellos pagos en donde no llega más que la mugre.
Pero jamás podría ser alguien que calla
ni alguien que muere de temor.
También podría ser el huérfano en la escollera
o esos restos dejados en el terraplén.
Me uno a todas las lágrimas que bañan
todas las costas del mundo
me uno a las huelgas de hambre
y a la lucha por todo lo que es justo
peleo junto al quechua en su tierra
y junto al “cabecita” en su barrio
peregrino junto a las madres que velan a sus hijos
y junto a los padres que dan batalla en las fábricas.
Camino del lado de los excluidos, los marginados
los locos y las putas
abrazo a todo ser humano, a todo ser vivo
a todo corazón que sea un vivo galope.
Pedro Echarren. (01/06/2014)
Castelli.